Es histórica la discusión ¢í€"por lo menos en el micro clima que habitan medios, políticos y consultores¢í€" sobre el grado de influencia que pueda tener la publicación de encuestas durante los períodos electorales. Para muestra basta un botón y como ejemplo podríamos tomar lo sucedido en las ºltimas elecciones legislativas. Una campaña que evidenció una ausencia de debate sobre los grandes temas de fondo (léase propuestas o plataformas), pero que sí tuvo las mezquindades propias de una dirigencia que persigue la cosmética por sobre el contenido. Los medios, y por qué no los consultores, entramos en este juego a tal punto, que agotado el debate por las ¢í€í˜colectoras y las testimoniales¢í€í™, los sondeos de opinión se transformaron en dueños de la escena.
¿Cuánto influye la publicación de encuestas en la decisión del voto? Esta fue una de las tantas preguntas que al día de hoy sigue esperando respuesta. La mayoría de los especialistas coinciden en que la difusión de los datos no modifica la decisión de cada votante a la hora de emitir el sufragio. Pero la paradoja se presenta cuando aquellos detractores de los sondeos de opinión son los que, por desconocimiento, les otorgan más posibilidades de manipulación de los que a ciencia cierta tienen.
Hoy, los mismos medios que felicitaron ¢í€"algunos mediante solicitadas¢í€" a aquellos que acertaron los resultados casi como un oráculo o pronóstico meteorológico y denostaron a quienes no corrieron con esa suerte, son los que plantean un escenario de ausencia de estudios de investigación de gestión de gobierno.
El no aparecer en los medios no significa la no realización de mediciones, simplemente responde a intereses de posicionamiento diferentes a los de los tiempos electorales o quizás los nºmeros no dan como esperaban. Deberíamos partir de la base ¢í€"por lo menos lo que señalan los manuales de la investigación social, política y corporativa¢í€" de que los datos pertenecen en exclusividad a quien pide la investigación. En este caso la fuente es la que establece que esa información ¢í€"además de tener un sentido estratégico¢í€" pueda ser parte de una instalación mediática.
En uno de los ºltimos trabajos realizados en IPSOS, evaluamos si los diferentes grupos sociales contribuían o no y cuán perjudiciales eran para el país. Ganaderos, agricultores, comerciantes, industriales, intelectuales y científicos gozan de más del 80% de valoración positiva. En esa línea siguen los periodistas y los encuestadores con un 70%. Pero a partir de esa franja comienza a imponerse la valoración negativa sobre la positiva en los otros grupos sociales: jueces, banqueros, obispos, militares, políticos y sindicalistas.
Más allá de que esto suene a defensa corporativa, lo que se puede evaluar es que la opinión pública privilegia aquellos segmentos que están históricamente relacionados con la producción. Ganaderos y agricultores les ganan la pulseada a sindicalistas y políticos.
Es interesante analizar y comparar a lo largo del tiempo ¢í€"por lo menos desde la vuelta de la democracia en el año ¢í€í˜83¢í€" el comportamiento de la opinión pública y observar cómo responde y cómo cambia sus preferencias de acuerdo a diferentes estímulos a la hora de expresar una valoración. No es casual que los políticos tuvieran su pico máximo en los primeros días del gobierno del ex presidente Raºl Alfonsín debido a la esperanza depositada en ellos como actores de cambio de lo vivido entre el ¢í€í˜76 y ¢í€í˜83.
Las acciones de los hombres condicionan la construcción de la imagen de una institución u organismo. El tratamiento de la Ley de Reforma Laboral durante el gobierno de De la Rºa y el comportamiento de algunos legisladores nacionales durante la votación de la tan castigada, y no por eso necesaria, ley de medios audiovisuales, contribuyeron sobre manera a generar una imagen negativa del Parlamento Nacional.
Como es sabido, en cuanto a las instituciones, el Congreso figura también en lo más bajo del ranking. Las expectativas generadas por la opinión pública y la mirada de los medios sobre el rol que tendrá el nuevo Parlamento, lo pone en una situación de pronta respuesta y resultados de corto plazo que va contra la idiosincrasia y el debido funcionamiento de los tiempos legislativos.
El desafío será lograr un equilibrio en los tiempos sin descuidar las formas.
La ciudadanía está esperando un poco más de las acciones de los hombres que llevaron a la política a estar al tope de las encuestas de credibilidad en los primeros años de la vuelta de la democracia.