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¿Qué es la Política?

Documento escrito por el Prof. Josef Thesing con algunas reflexiones acerca de la política y sus implicancias, desde una mirada humanista y cristiana.

 

¿Qué es política?

Por Josef Thesing.
Thesing estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Munich. Es Profesor universitario y Doctor honoris causa. Ha sido alto funcionario de la Fundación Konrad Adenauer y actualmente preside el Consejo Administrativo de la Sociedad Germano-Polaca de Colonia-Bonn.

1. Introducción

(1) Se habla mucho sobre política. No obstante, el significado de este concepto es poco claro. El ciudadano emite rápidamente sus fallos sobre la política y los políticos. Quien critica la política opta por el camino fácil. De esa manera se renuncia a la diferenciación y la competencia profesional. Muy a menudo son estados de ánimo, sentimientos, prejuicios y emociones los factores que determinan el juicio, ante todo negativo, sobre la política y los políticos. Porque también resulta fácil echar la culpa a la política por las cosas desagradables de la vida. A lo último contribuye la falta de conoci­mien­tos concretos y la creciente complejidad de lo político

(2) A esto se suma el hecho de que en nuestra era mediática, el ciudadano común vive en lo esencial bajo la influencia de las informaciones que divulgan los medios. Mientras los medios impresos – con excepción de la prensa amarilla y los productos masivos – ofrecen la oportunidad de informarse objetiva y más detalladamente sobre situaciones y sucesos políticos, puesto que, si es necesario, se puede leer por segunda o tercera vez un informe o un artículo en el periódico, el consumidor de programas electrónicos puede absorber solamente las informaciones en el momento de su transmisión y proyección visual. Los medios, a su vez, están sujetos a la necesidad de presentar breve y superficialmente la complejidad de los acontecimientos políticos, lo que implica a la vez una fuerte manipulación de la realidad. Si se añade a ello el hecho de que los actores que producen y ofrecen estos programas siempre necesitan un „flash dramático“, como ellos lo llaman, para atraer la atención y divulgar una noticia, una opinión o un hecho, el consumidor común que no es nada crítico, se encontrará confrontado con una influencia permanente y negativa de lo político. Lo bueno y lo positivo, éxitos y procesos impresionantes constituyen un objeto de publicación solamente en casos excepcionales y más bien como un fenómeno secundario. Lo negativo que es resaltado aún más por medio de imágenes y comentarios, salta al primer plano.

(3) Esto está referido en gran medida a la política y los actores políticos. No hay ningún país en el mundo donde los políticos ocupen según las encuestas uno de los primeros puestos en la escala de aceptación. Siempre terminan en los últimos lugares. En este contexto no es pertinente comparar entre la reputación de un cardenal y de un político porque sus tareas y funciones respectivas no son aptas de ser comparadas. El quehacer, el comportamiento y las decisiones del político – ya sea presidente, jefe de gobierno, ministro, diputado o alcalde – tiene una relación muy directa respecto de los ciudadanos, ya que son ellos justamente quienes tienen que vivir bajo las consecuencias que conllevan las decisiones políticas. Y como cada ciudadano piensa en primer lugar en sus propios intereses, en la mayoría de los casos no va a estar de acuerdo con aquellas decisiones que lo incumben personalmente. De ese modo surge displicencia, aburrimiento y distancia frente a la política. Si bien tales observaciones no han de ser generalizadas, reflejan una tendencia que tiene cada vez más impacto.

(4) Finalmente son los mismos políticos los que contribuyen a su miserable reputación. Muy a menudo se presentan como el mago infalible que promete mucho, pero muy pocas veces cumple su promesa. Explican a los ciudadanos muy poco las circunstancias, las causas, las dificultades que son inherentes al proceso político. Debido a que con sus promesas irresponsables, sobre todo durante las campañas electorales crean altas expectativas entre los ciudadanos, promesas que después no pueden ser cumplidas, también generan con ello una imagen distorsionada de lo que la política está realmente en condiciones de lograr. Los ciudadanos hacen responsable a la política de tareas y pretensiones que en primer lugar tienen que ser resueltas por ellos mismos. Por otro lado, los políticos tampoco constituyen ejemplos. Muy a menudo les interesan más sus propios intereses que los de sus electores y no siempre demuestran la segura fiabilidad en el trato de la corrupción. También es muy fuerte la contradicción entre lo dicho y lo hecho. Además, se sirven de un lenguaje parcialmente artificial y ampuloso y a menudo no son capaces de expresarse de una manera inteligible. Y aún menos poseen la fuerza humana para admitir públicamente las equivocaciones o los errores que han cometido y cometen.

(5) Todas estas y seguramente otras causas más contribuyen a la mala reputación de la política y los políticos. La política se encuentra cada vez más en una crisis real que se va incrementando por la creciente complejidad de los acontecimientos y los procesos que tienen lugar en el mundo abierto y global, los cuales son transportados por los medios dentro de pocos segundos y dados a conocer luego en forma manipulativa. Sobre este trasfondo voy a tratar de exponer los puntos más esenciales de los conceptos de la política y lo político. Naturalmente aquí se trata solamente de una introducción muy generalizada. No obstante, la misma puede coadyuvar a transmitir más ideas y más saber sobre lo político.

2. El Hombre en la sociedad

(1) El Hombre constituye el centro de la vida social y es su actor principal. Sin él no pasa nada en este mundo, circunstancia que hay que tener siempre muy presente. Desde un comienzo, esto implica asimismo la existencia de derechos y deberes. Por su naturaleza, el Hombre puede vivir solamente en la comunidad con otros seres humanos, condición que forma parte de las dotes naturales de su existencia. No hay otra alternativa. Tiene que convivir con otros hombres en una comunidad. Esta convivencia se caracteriza por la individualidad y la pluralidad. El individuo gesta la diversidad sin perder su individualidad como persona. La convivencia social se basa en este principio fundamental.

(2) Es importante que haya un concepto del Hombre. El concepto cristiano del Hombre está basado en la convicción de que es una creación de Dios y está dotado de una dignidad intocable. De esta condición brota una valencia particular. Pero en la sociedad no viven solamente cristianos que aceptan esta imagen sino también otros seres humanos que poseen otros conceptos del Hombre. Esto es la pluralidad de la convivencia social, que funciona solamente sin conflictos cuando es protegida por medio de la virtud que se llama tolerancia.

(3) La convivencia social de los seres humanos genera tareas y conflictos. El Hombre tiene que organizar su convivencia social que a largo plazo se logra solamente de manera pacífica. Los principios de la convivencia, los valores y las estructuras tienen que partir de una base muy vasta para poder contar con un amplio consentimiento social. De esa forma se va fraguando el consenso en una sociedad. Cuando se fuerza la creación de valores y estructuras con violencia, presión u opresión, no van a perdurar. Por ello, el principio de una paz sin violencia constituye un elemento esencial de la organización de la convivencia social.

(4) Donde conviven hombres aparecen conflictos. El concepto conflicto ha de entenderse como la existencia de diferentes opiniones, intereses y objetivos sobre la forma, el contenido y los intereses culturales, sociales, económicos y políticos de los seres. Pero no todos articulan estas diferencias, muchos de los hombres ni siquiera están concientes de su existencia. Esto es un primer nivel del conflicto social. Un segundo radica en el hecho de que muchos hombres están conscientes de su situación y también quieren hacer prevalecer sus intereses, lo que puede hacerse solamente de manera pacífica, mediante compromisos que se deben buscar y hallar, mediante reglas y procedimientos acordados en cuya gestión la mayoría protege asimismo los derechos de las minorías. Al no bastar tal solución para resolver los conflictos, se pasa entonces al tercer nivel que es el enfrentamiento violento. Ante esta situación cabe afirmar que la violencia sí es un elemento inherente a la convivencia social. Emana de la sociedad, surge por el comportamiento y la acción de seres humanos que se sirven de la violencia como recurso para imponer sus intereses, llegar al poder y fundamentar su autoridad. De ello se desprende la sencilla conclusión de que el fenómeno de la violencia se ha de percibir como un hecho muy real de la sociedad. Por tal razón, la convivencia social en el seno de una sociedad tiene que transcurrir de una forma que excluya el empleo de la violencia en la organización y la solución de conflictos. Solamente el Estado democráticamente legitimado tiene el derecho a disponer de un monopolio de la violencia sobre cuyo uso está llamado a rendir cuentas.

3. Tareas de la política

Para acercarse más a la definición del concepto política cabe recapitular los siguientes puntos: el ser humano vive por naturaleza en una sociedad. Allí tiene que vivir junto con otros hombres y de ello surgen conflictos. Y aquella convivencia tiene que ser organizada para posibilitar una convivencia ordenada.

(1) De ahí resulta la pregunta siguiente: ¿Cómo se puede cumplir esta tarea? ¿De qué se dispone para organizar la convivencia social y solucionar los conflictos existentes y los nuevos que van surgiendo permanentemente? Aquí hay una sola respuesta: únicamente la política está en condiciones de encontrar soluciones al respecto. Por ende, la política siempre tiene dos tareas por delante:

organizar la convivencia social

solucionar los conflictos existentes

Al hablar de política es posible reducir todos los sucesos a estos dos elementos básicos. Trátese de la reforma del seguro social, la estructura del Estado o de problemas concernientes a la política medioambiental en una sociedad, los dos elementos básicos siempre están afectados. Esto no es otra cosa que una mera descripción de hechos reales. Ellos son los pilares axiomáticos de lo político.

(2) ¿Y qué resulta de ello? Todo lo que sucede en una sociedad es siempre el resultado de actitudes, comportamientos y acciones de personas políticamente activas. Quien quiera cambiar algo en su sociedad, quien quiera implantar estructuras mejores, condiciones mejores de vida social y económica tiene que actuar políticamente. La política no es ningún privilegio para un grupo elitario, una minoría económicamente fuerte o para militares. No, la política es la tarea de todos los seres humanos que viven en una sociedad. Quien se queja permanentemente de la política y los políticos, pero no participa activamente en la gestación de la vida política, enfrentará dificultades con respecto a su responsabilidad y credibilidad. Uno de los problemas de la política consiste naturalmente en el hecho de que no es nada fácil transmitir este concepto de política. Lamentablemente no existe ninguna sociedad en la que todos o al menos la mayor parte de sus miembros quiere ser políticamente activa. Pero precisamente para los sistemas democráticos es importante que el mayor número posible de ciudadanos participe en o dentro de la política. Ya sería un logro si más del 80 por ciento de los electores hiciera uso de su derecho electoral. También con la voz del individuo se puede ejercer influencia.

4. Medios de la política: El poder

Después de haber explicado qué es la política y qué tareas tiene que cumplir, hemos de dar un siguiente paso. Tenemos que hacer la pregunta de qué medios dispone la política para producir impacto. O bien, formulado de otra manera: ¿De cuáles recursos tienen que valerse los actores para organizar la convivencia social y solucionar los conflictos en la sociedad?

(1) Existe solamente un medio que está a disposición de la política. Este medio se llama poder. Pero, ¿qué es el poder? El poder es la posibilidad de tener influencia para conformar y cambiar la realidad social. El hombre ejerce el poder mediante recursos intelectuales y materiales, a través de sus comportamientos y acciones concretas, que se basan a su vez en valores y mentalidades. Esta es todavía una explicación muy abstracta, se trata ahora de hacerla inteligible.

(2) En primer lugar cabe constatar que quien emplea el poder para hacer política siempre aspira a crear influencia. Sin influencia no se puede hacer política. Quien actúa políticamente quiere lograr algo, quiere hacer valer su influencia para mejorar situaciones sociales, solucionar conflictos, etc. Pero logra solamente influencia si es capaz de emplear recursos para tal finalidad. Un recurso intelectual lo constituye una idea, un concepto, una ideología, una visión que se tiene de la sociedad, del orden político. La idea tiene que ir acompañada por recursos materiales que son en primer lugar la propiedad y el dinero. Pero ello no es suficiente todavía. El Hombre en tanto actor político actúa sobre la base de valores que le fueron transmitidos por la educación y la formación. De ello forma parte el concepto del Hombre, en el cual se base su actuar político. El concepto cristiano del Hombre se diferencia esencialmente de un concepto comunista del ser humano. Mi concepto del Hombre determina los objetivos políticos que me propongo. Un ateo resuelve los conflictos de manera distinta que un cristiano creyente. Y, finalmente, la mentalidad del actor determina también su actuar político. La constitución mental, el entorno cultural, la cultura como forma de vida – estos son elementos que estructuran mentalidades. Un maya de Santa Cruz del Quiché en Guatemala tendrá una actuación política diferente a la de un habitante de la región de Münsterland en Westfalia/Alemania. Esta diversidad mental y cultural tiene que ser observada muy exactamente en la política.

Es necesario diferenciar aún más el fenómeno del poder. Para su explicación, nos referimos a cinco niveles diferentes.

(3) En primer lugar disponemos del poder mental. ¿Qué quiere decir eso? Yo afirmo que la Biblia es el libro con la mayor influencia mental sobre la humanidad. ¿Por qué esto es así? Desde hace más de 2000 años la Biblia es el libro del cual se extrae una gran cantidad de ideas, valores y normas para llevar a cabo la acción política. Es una fuente de poder mental. El poder mental es la influencia mediante ideas, visiones, orientaciones. Al comienzo, la democracia fue un poder mental que siendo ya un sistema político, fue evolucionando hasta transformarse en poder político. Tener ideas, desarrollar conceptos sobre la mejor forma de una convivencia libre de conflictos de los hombres en el seno de una sociedad y en el mundo, aportar elementos de ordenamiento y desarrollo para la justicia social, en suma, quien posea estas capacidades es un actor político influyente dotado de poder mental. Precisamente en tiempos en que se están produciendo muchos cambios, es de particular importancia ofrecer ideas futuras sólidas para la gestación de la política.

(4) El poder cultural representa un segundo campo del poder. La cultura es la forma de vida de los hombres. En este sentido, la cultura tiene acceso a la religión, las tradiciones, el saber, las ciencias. La cultura es también educación. Quien sabe leer y escribir tiene más influencia cultural que alguien que no tenga estos conocimientos. Esto sigue siendo un gran problema en el mundo. Hay todavía demasiados países con demasiados analfabetos. Debido a este estado, estas personas están excluidas ya de antemano de muchas actividades sociales y posibilidades económicas. El saber es un poder cultural. Precisamente en la situación actual, el desarrollo de un país depende en gran medida del sistema de educación y del potencial innovador de las ciencias. Tampoco hay que subestimar la fuerza de la unión y la identidad que representan la religión y las tradiciones culturales. Todo ello es poder cultural.

(5) El individuo no tiene mucho poder en la sociedad. Si pretende defender y hacer prevalecer conjuntamente con otros seres de su entorno,su grupo social, su oficio, etc., sus propósitos, intereses, ideas, recursos, entonces tendrá que organizar el poder social que encarna la necesidad de representar los intereses a través de la organización. El trabajador defiende sus intereses en sindicatos, el patrono en asociaciones de empresarios, los jubilados en asociaciones pertinentes, etc. Quien se cierra ante esta necesidad, renuncia a una parte nada insignificativa de poder social e influencia en la sociedad. Precisamente en tiempos de cambio es importante que los ciudadanos se organicen en diferentes grupos dentro de la sociedad civil. Sobre todo en sistemas democráticos, las estructuras del poder solo pueden ser cambiadas si se va generando un „contrapoder” pacífico sobre la base de las estructuras de la sociedad civil.

(6) Quien dispone de propiedad, dinero y medios de producción, posee a la vez poder económico que constituye el núcleo central del poder en la sociedad. Quien dispone solamente de pocos ingresos, tiene menos poder que aquel que es gran terrateniente, accionista o director de banco. En cada régimen social el debate sobre la influencia del poder económico ocupa el primer plano. Es evidente: Quien dispone de mucho poder económico también ejerce una gran influencia política. De igual manera posee las posibilidades financieras que le permiten adquirir formación y saber para sí mismo y su familia. No es de extrañar que tengamos permanentemente una discusión sobre la influencia negativa del poder económico en la política. Del poder económico surge a la vez un orden económico en el que está regulada la influencia de la propiedad y el capital. Pero también sabemos a la vez que una sociedad no puede funcionar si unos pocos poseen mucho y muchos poseen poco poder económico. Aquí nos vemos confrontados con el desafío de la justicia social en una sociedad. Una sociedad democrática tiene solamente una perspectiva de existencia a largo plazo cuando se logra materializar de alguna manera en una sociedad el principio de la justicia social. La justicia social no puede ser definida matemáticamente. Ella se va aproximando a su objetivo al crear condiciones de vida dignas para todos los habitantes. O bien, formulado de otra manera: se respeta la dignidad del Hombre cuando se protege su vida, cuando él puede desarrollar sus capacidades y habilidades mediante la educación y la formación, cuando la sociedad le brinda la posibilidad de ganar su sustento diario con su trabajo y una remuneración adecuada. Además, la sociedad ha de garantizarle asistencia social (salud, ayuda en situaciones difíciles, etc.).

Todo ello es solamente posible si el poder económico es repartido de modo que haya un equilibrio de intereses. Para ello han sido elaborados diferentes modelos económicos. Es fácil demostrar históricamente que el capitalismo ha fracasado por su incapacidad de establecer una compensación social. Lo mismo también vale para el socialismo de Estado que tampoco estuvo en condiciones de satisfacer las necesidades culturales, sociales y económicas de los individuos. Tras la Segunda Guerra Mundial se implantó en Alemania y Europa el orden económico de la Economía Social de Mercado. Tiene el objetivo de que en el marco de la vinculación entre la economía de mercado y la justicia social se determinen y se incluyan las necesidades sociales. Los éxitos de este sistema justifican la afirmación de que esta combinación parece ser el mejor de todos los órdenes económicos posibles. Pero aquí también es válida la afirmación de que no hay ningún sistema económico perfecto. De ahí resulta que la tarea permanente de la política consiste en establecer un equilibrio entre los intereses y las necesidades económicos y sociales conforme a las condiciones que van cambiando cada vez de nuevo. Si la gran mayoría de los miembros de una sociedad opina que sus intereses están más o menos considerados y garantizados, se crea un consenso, un consentimiento voluntario al sistema político.

(7) Estos elementos parciales que constituyen el poder, esbo­zados brevemente aquí, confluyen finalmente en el poder político. El poder político es amplio porque la política tiene que solucionar las cuestiones más importantes que conciernen a la convivencia y los conflictos en el marco de toda la sociedad. En este contexto la política depende del poder mental, cultural, social y económico. La política ejerce una influencia decisiva. Organiza la convivencia mediante sus actores que actúan en el parlamento y el gobierno. Se dictan leyes para poner orden en la convivencia. Si una mayoría parlamentaria aprueba leyes sin tomar en consideración los intereses de minorías, entonces esas leyes no serán aceptadas. El sentimiento de justicia no se genera con leyes aprobadas por mayorías parlamentarias sino por la aceptación de las reglas, los derechos y los deberes de los ciudadanos. Por tal razón, los políticos y los partidos harán bien en auscultar y descubrir primeramente las emociones, los deseos, el sentimiento de justicia de los ciuda­danos antes de dictar nuevas leyes.

(8) La política es el poder amplio. La política estructura y cambia la convivencia social. Por ello, se puede decir con las palabras de Emmanuel Mounier: La política no lo es todo, pero la política está en todo. Para el ciudadano se deriva de esto la consecuencia que depende esencialmente de él lo que la política resuelve y cómo ella organiza el orden social. Sobre todo en los sistemas democráticos se exige del ciudadano que desarrolle actividades políticas. Sin él, la democracia no podría sobrevivir. No obstante, si son demasiados los ciudadanos que renuncian voluntariamente a la participación en la política, dejarán entonces la gestión política en manos de pequeñas minorías. Sobre esta base no puede surgir un equilibrio eficaz y justo de los intereses. Lo que vale para el ciudadano, también vale para instituciones u organizaciones. Por ejemplo, las iglesias no están circunscritas exclusivamente a sus tareas religiosas. Como existen en una sociedad, también tienen la obligación de defender los intereses de los fieles. En este sentido también han de asumir tareas políticas. Es muy legítimo que las iglesias se pronuncien sobre temas tales como los derechos hu­ma­nos, el régimen social o cuestiones de la paz. Además, las iglesias tienen la ventaja que, a partir de sus fuentes religio­sas, pueden hacer aportes importantes a cuestiones relacionadas con la dignidad humana y la justicia social. La democracia en tanto forma de Estado y de vida, depende de la asistencia religiosa dado que la democracia, por si sola, no estaría en condiciones de orientar y solucionar las cuestiones fundamentales que conciernen la dignidad humana, los derechos humanos, el orden justo y la paz.

5. Control del poder

(1) El poder tiene que ser controlado. El mismo poder no puede asumir esta tarea. En primer lugar cabe desarrollar reglas y normas que determinan el uso del poder. La existencia de derechos y deberes no es suficiente, también tiene que haber instituciones que controlan el uso del poder y – en el caso de su abuso – que lo sancionan. Eso vale preferentemente para el poder económico.

(2) La mejor forma de controlar el poder político consiste en dividirlo. El poder dividido es menos influyente. Por ello, en la democracia hablamos del poder legislativo, ejecutivo y judicial. El parlamento ejerce un poder determinado, aprueba leyes y controla el gobierno. El eje­cu­tivo, el gobierno, ejecuta las leyes y organiza la convivencia social en virtud de sus decisiones políticas. Ni el parlamento ni el gobierno disponen de un poder incontrolado. En el sistema demo­crático existe otra instancia que tiene la última palabra sobre el uso del poder. Es el Estado de derecho, el poder judicial. No es la política, sino el derecho, la jurisdicción, los jueces y magistrados son las instancias y personas que tienen que ser independientes en el sentido más amplio de la palabra; ellos tienen la última palabra en las decisiones sobre conflictos políticos.

(3) Bien, en la teoría todo esto suena muy obvio. Pero en la práctica política la situación se ve a menudo muy diferente. Eso vale también sobre todo para América Latina. Aquí se han desarrollado sistemas democráticos con una fuerte concentración del poder en manos del presidente. El presidente como persona e institución es muy fuerte. No solamente asume el poder ejecutivo, sino ejerce también el legislativo. Esto tiene que engendrar conflictos. Una gravedad particular presenta la situación y la eficiencia del Estado de derecho en América Latina. No puede cumplir sus tareas porque los jueces y los tribunales no son independientes; los jueces y los fiscales están demasiado influenciados por la política y por encima reciben bajas remuneraciones. Como consecuencia pierden la independencia económica. Así se abren las puertas a la corrupción. En el lenguaje popular en América Latina se comenta esta situación de la siguiente manera: El derecho no es para aquel que tiene derecho sino para él que tiene dinero. Si bien no se puede afirmar o generalizarlo para todos los países, sin duda contiene mucha verdad.

6. Ética y política

(1) Lo bueno y lo malo que no solamente concierne al ser humano es también susceptible de aplicarse a la política. ¿Qué es bueno y qué es malo? De estas cuestiones se ocupa la ética. La ética es la reflexión sistemática sobre la moral. La razonable reflexión acerca del el comportamiento y el actuar morales del Hombre genera normas. ¿Qué es lo mejor? ¿Qué comportamiento es correcto? ¿Qué fundamenta el comportamiento humano como comportamiento moral? ¿Cuáles son los criterios morales que legitiman el uso del poder? ¿Qué objetivos y qué medios debe emplear la política para su legitimación moral? ¿Cómo se pueden fundamentar éticamente el comportamiento y el actuar políticos? ¿Qué normas éticas son vinculantes y dan orientación? Estas son algunas de las muchas cuestiones que están planteadas en el campo de la ética y la política. De partida ya podemos dejar constancia que el empleo del poder político está siempre sujeto a la normación y el control éticos. Cualquier persona que ejerce poder político tiene que rendir cuentas sobre su uso. No puede existir una suerte de no responsabilidad frente al poder político.

(2) Es útil diferenciar aquí primeramente dos niveles de ética. Tenemos en primer lugar la ética individual que concierne al ser humano como persona. Aquí se replantea para el hombre la cuestión sobre lo bueno y lo malo dentro del marco de su comportamiento y actuar individuales. El hombre como persona está en el centro y debe someterse al control moral de su comportamiento y su actuar. Tiene que rendir cuenta de lo que hace ante si mismo y su entorno.

(3) Encontramos un segundo nivel cuando el individuo empieza a ser activo en la sociedad. Entonces, se plantea la cuestión relacionada con la ética social. ¿Qué derechos, deberes, normas y orientaciones morales tiene que observar el hombre cuando está actuando en la sociedad? ¿Frente a qué valores y vínculos morales se siente comprometido al ejercer poder mental, cultural, social, económico o político? De aquí resulta una correlación compleja de cuestiones éticas y objetivas. Algunas de ellas serán abordadas brevemente a continuación.

(4) Para el individuo como persona se desprenden normas éticas individuales. Se puede hablar de una ética de virtudes cuando se trata de tolerancia, inteligencia, credibilidad, honestidad y valentía. Una ética de vicios amplía estas reflexiones cuando nos referimos a egoísmo, engaño, traición o arrogancia. Se puede ampliar estos campos por una ética de sentimientos, ética de responsabilidad, ética de deberes y de valores.

(5) Respecto al tema de los valores queremos hacer algunas observaciones. ¿Qué son estos valores? No es fácil definir este concepto. Valores, normas virtudes, ayudas para la orientación crean un conjunto de conceptos acerca de lo que se considera deseable para el comportamiento y el actuar. Los valores apuntan al hombre. El valor determina una visión fundamental, central y general del objetivo y una línea de orientación para el actuar del hombre y la convivencia social dentro de una cultura. La cultura es la forma de vida de los seres. Los valores son el resultado del desarrollo histórico. La Biblia es la fuente principal para Europa. En ella están expuestos numerosos conflictos y conductas humanos. Las soluciones contienen muy a menudo orientaciones valóricas. De ahí se han ido desarrollando valores culturales específicos que representan estándares éticos que determinan la dirección, la intensidad, la selección y el uso de los medios del actuar humano. Valores, normas y virtudes le dan un sentido al actuar humano. Representan un poder mental.

(6) Cuando se trata, por ejemplo, del consenso de los valores en una democracia ¿qué valores, normas y virtudes habrá que señalar? Todo empieza por la dignidad del hombre en tanto persona. Es válida para todos; es intangible. La libertad, la igualdad, la solidaridad y la subsidiaridad son valores básicos inherentes a la convivencia social. En San Mateo 7,12 encontramos la regla de oro para la justicia social. „Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos”. En el Sermón de la Montaña (San Mateo 5) hay plasmado un cúmulo de reglas de comportamiento y virtudes. El mandamiento del amor al prójimo es un valor fundamental para el comportamiento individual y social de los ciudadanos. La tolerancia, el Estado de derecho y la justicia determinan la estructura de las democracias modernas. La democracia es un valor por sí, no es solamente una forma de Estado, sino igualmente una forma de vida. Sabiduría, inteligencia, valentía, honestidad, coraje cívico, serenidad, perseverancia, firmeza, amor a la verdad, fidelidad, compasión humildad, amistad, renuncia a la violencia, lealtad, sentido común, responsabilidad, diligencia y conservación de la creación – he aquí algunos de los valores, reglas y comportamientos que permiten a quienes viven en un sistema democrático estar más arraigados en la tierra, acondicionar mejor su forma democrática de vida y estar más preparados para resistir las volubilidades versátiles del espíritu de la época. La democracia necesita ciudadanos que sean capaces y tengan la voluntad de con­traer vínculos. De esa manera se va generando una ética del actuar democrático y político. Los valores no son prédicas de moral. El vínculo establecido con los valores tiene que ser palpable y debe ser vivido. Uno tiene que sentirse unido a ellos. De esta manera van surgiendo fuerzas resistentes que ayudan al hombre a encontrar un lugar firme tanto en la vida y la sociedad como en el sistema democrático. Una guía indicadora va mostrando el camino correcto. En la democracia y para los demócratas, tales indicaciones constituyen el marco de orden que, al fin y al cabo, mantiene todo unido. El Estado mismo no puede generar y menos forzar el consentimiento a la demo­cracia, su aceptación, el consenso democrático. Esto tiene que ser un aporte permanente y voluntario de la mayoría de los ciudadanos. Para ello, el Estado y la sociedad han de crear las condiciones necesarias en el campo mental, cultural, social y económico.

(7) Volviendo al tema de la ética social: También la democracia requiere de normas éticas. En la democracia los objetivos políticos son entre otros: el bien común, lo que significa que la democracia, partiendo del concepto que tiene de sí misma, está obligada a tener el bien de todos en el centro de su mirada. Cada ciudadano tiene que recibir la asistencia adecuada de acuerdo a sus necesidades y sus derechos. Como ya se ha mencionado reiteradas veces en este contexto, la justicia social es un propósito fundamental. También el sector de la economía tiene que guiarse por criterios éticos. La Economía Social de Mercado puede ser eficiente y exitosa, si todos los actores subordinan su comportamiento a los lineamientos de orientación ética. Esto vale para el consumo de recursos naturales, la producción, el trato de los subalternos y finalmente también para la competencia y la venta.

(8) También el Estado está incluido en el control ético, cuestión que empieza con la pregunta sobre su existencia. ¿Qué es un Estado justo? ¿Qué debe hacer? ¿De qué acciones debe abstenerse? ¿Cómo puede actuar hacia fuera? ¿Hay guerras de ataque justas? ¿También cuando se las presenta como guerras en defensa de los propios intereses? Naturalmente un Estado tiene el derecho de defenderse si es agredido y amenazado en su existencia. Pero una guerra de ataque no es un instrumento adecuado para tales propósitos. Un Estado democrático tiene que ser particularmente cauteloso, ya que la convivencia pacífica constituye el principio que determina esencialmente la democracia.

(9) Estas han sido algunas indicaciones referidas al tema de ética y política. No son todas, puesto que aquí se ha tratado únicamente de mostrar las intervinculaciones. La política y la ética están relacionadas de forma directa. La ética en la política es sobre todo imprescindible para frustrar el abuso de poder. El abuso de poder tiene lugar a menudo durante su ejercicio, y también, por consiguiente, el abuso de poder político para fines de enriquecimiento personal.

7. Personas e instituciones en la política

(1) Solamente personas pueden ser actores políticos. Su comportamiento y sus acciones en el trato con el poder político son decisivos para la configuración de la política. A partir de lo que hacen, cómo, en qué forma y con qué medios dan contenido a la política, solucionan conflictos y tratan a los adversarios políticos, nace la cultura política. La cultura política es lo que percibe el ciudadano, como él ve el sistema político y los acontecimientos políticos en su conjunto. Al comienzo hablamos de la mala reputación de la política. Esta reputación resulta de la percepción de los ciudadanos. Los políticos tienen que estar claros en el sentido de que son actores públicos que con su comportamiento ejercen una influencia sustancial sobre la cultura política de un país. Si constituyen buenos ejemplos para el resto de la sociedad, eso se va a expresar en la percepción de la cultura política. Lo contrario genera aburrimiento y distanciamiento de la política.

(2) La política necesita liderazgo. En sistemas democráticos los partidos políticos son los que en lo esencial tienen que asumir esta tarea. La política reclama personal calificado en los diferentes niveles – el parlamento, el gobierno, la administración pública y las comunas. Y aquí nos topamos con un problema particular. No hay criterios específicos de selección para la política; no hay que demostrar una calificación para llegar a ser presidente, jefe de gobierno, ministro o parlamentario. El único obstáculo que los políticos tienen que superar es haber cumplido una determinada edad y no tener antecedentes penales. Quien quiera trabajar como abogado o juez tiene que demostrar a modo de calificación profesional que ha concluido sus estudios rindiendo varios exámenes. Este ejemplo puede servir para demostrar que la política, tanto debido a la falta de capacitación y de expe­riencias, así como de preparación de algunos de sus actores, está en una situación de desventaja. Pero en sistemas democráticos, la selección del personal de liderazgo reviste precisamente una importancia decisiva. Los partidos olvidan muy a menudo estos preceptos, ya que a causa de razones muy diversas admiten postulantes que no cuentan con las experiencias necesarias de tipo personal y profesional, siendo la política la que sufre bajo este agravante. Es un error partir del hecho de que en la política actúan personas particularmente calificadas e idóneas. A quienes disponen de una óptima calificación les falta el estímulo para emprender una carrera política ya que la remuneración financiera no es nada atractiva. Pero también porque la imagen negativa de la política hace que muchos desistan de una carrera política. Por lo tanto, la política se mueve más bien dentro de una mediocridad social y no tanto a una altura elitaria. Tal hecho es lamentable, pero parece que no es rever­sible.

(3) La política necesita asimismo instituciones que son el parlamento, el gobierno, la administración pública, la jurisdicción, las instancias independientes de control (por ejemplo, una contraloría). El Estado, que en primer lugar aparece ante sus ciudadanos como una institución, tiene que organizar una burocracia para poder prestar los servicios que ofrece. Y eso es frecuentemente el origen de un malentendido. Los burócratas del Estado se comportan a menudo como si ellos le estuvieran haciendo un favor al ciudadano que solicita un pasaporte u otra prestación pública. El Estado y sus burócratas están obligados a servir rápidamente al ciudadano. El ciudadano tiene el derecho a recibir estos servicios y no tiene que mendigarlos. Por ello, la burocracia fiscal tiene que ser transparente. El ciudadano tiene que saber donde puede solicitar la ayuda que necesita. Sobre todo en los países de América Latina se abre aquí un campo de complicados problemas. La burocracia de los servicios públicos es mayoritariamente incapaz y reacia. Más aún, la burocracia, debido a las absurdas formalidades que son además carentes de sentido, es poco transparente. El ciudadano está bastante indefenso ante esta situación. Por regla general puede solucionar su problema solamente si está dispuesto a agilizar los trámites mediante aportaciones financieras. Pero entonces se trata de corrupción. Aquí también nos volvemos a topar con la aceptación de la política por parte del ciudadano. Si percibe su administración pública en la forma que se ha descrito más arriba, no se podrá esperar de él que sienta júbilo y entusiasmo por la política.

(4) Este fue el intento de hacer más inteligible el concepto de la política aportando algunas ideas fundamentales y esenciales. Que las mismas contribuyan a fortalecer la conciencia de que la política incumbe a cada ciudadano y que cada cual puede aportar mucho a la materialización de la política. De su papel activo depende finalmente lo que está pasando y se está resolviendo en una sociedad. “La política no lo es todo, pero está en todo.”

¿QUÉ ES ACEP?

La Asociación Civil Estudios Populares (ACEP) es una entidad creada a principios del año 1999 en Argentina con el fin de promover los derechos y garantías consagrados en la Constitución Nacional y el respeto por los valores democráticos consagrados en la misma. Para ACEP es de especial interés el abordaje, desde una óptica humanista y cristiana, de las problemáticas del empleo, la salud, la educación, los jóvenes y la mujer.


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