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ELECCIONES 2011 - ¿Qué es el "cordobesismo"?

José Emilio GragliaEs el título del artículo de opinión escrito para el diario LA VOZ DEL INTERIOR, por el académico y docente universitario José Emilio Graglia. En él analiza el término “cordobesismo” como una idea política “en construcción” que lanzara José Manuel De la Sota, luego de su victoria como Gobernador. Para Graglia el "cordobesismo", como si fuera una moneda, reconocería dos caras: una que mira hacia dentro y otra que observa hacia fuera de Córdoba.

El gobernador electo de Córdoba, José Manuel de la Sota, puso a consideración de sus comprovincianos un nuevo término: el “cordobesismo”. Vale reflexionar sobre el sentido y alcance de esa expresión, como punto de partida para un debate que cuestione las razones de nuestros conocimientos y las pasiones de nuestras experiencias.

Para empezar, destaquemos el contexto del discurso en el que fue propuesto ese vocablo: después de ganar las elecciones provinciales por un importante margen de votos, cuando los dos principales contendientes habían reconocido el resultado electoral adverso. Es decir, no fue una especulación de la campaña electoral. Fue un dicho poselectoral.

Tampoco fue parte de un discurso improvisado. Fue una palabra medida y con los ojos puestos en el futuro inmediato y mediato.

¿Qué significa el “cordobesismo”? Obviamente, no es una organización ni una institución. Es una idea política. Desde un punto de vista teórico, podríamos decir que es una idea política “en construcción”. Como si fuera una moneda, reconocería dos caras: una, que mira hacia dentro y otra, que observa hacia fuera de Córdoba.

Hacia dentro, el “cordobesismo” supondría anteponer los intereses provinciales a los intereses partidarios y sectoriales. Es decir, primero Córdoba, sus necesidades, problemas y alternativas de solución. Por encima de los intereses políticos de los partidos y las alianzas existentes; por encima de los intereses sectoriales de las empresas privadas y de las organizaciones civiles.

No supondría la desaparición de esos intereses. Cada partido y cada alianza pueden y deben defender sus respectivas estrategias, posiciones y oposiciones, según los casos. Cada empresa privada y cada organización civil pueden y deben proteger sus ganancias o sus visiones. Pero debería primar un interés provincial: el bienestar general de todos los cordobeses, en especial de los que menos tienen.

Siguiendo las enseñanzas del humanismo cristiano, diríamos que es el “bien común”, con libertad individual y justicia social. No se trataría de la uniformidad de criterios sino de la unidad en la diversidad.

A esos fines, el “cordobesismo” requeriría un Estado provincial potente pero no omnipotente, que intervenga para fortalecer a la sociedad y no debilitarla; para activar al mercado y no desactivarlo.

También requeriría gobiernos locales (municipalidades y comunas) que peleen por sus poblaciones y territorios pero, fundamentalmente, que quieran y sepan asociarse para buscar soluciones comunes a problemas también comunes, en concordancia con el Gobierno provincial.

El “cordobesismo exterior”. La otra cara del cordobesismo observaría hacia fuera de la provincia, hacia la nación y las otras provincias argentinas.

Esta dimensión “exterior” debería sostener la propuesta de un nuevo régimen federal. Un federalismo de provincias autónomas desde lo legal, político y económico, capaces de tomar sus decisiones y de implementarlas, capaces de asociarse entre ellas y de discutir con el Gobierno nacional la distribución de competencias y recursos.

No puede haber una nación fuerte con provincias débiles. No puede haber una nación rica con provincias pobres. No puede haber una nación integrada con provincias desintegradas. Dialécticamente, en un país federal, la “argentinidad” debe ser la síntesis de las autonomías provinciales y no la antítesis.

El “cordobesismo” debería plantear esto con inteligencia y voluntad, insertándose en la Región Centro y proyectándose hacia el Mercosur mediante políticas económicas que alienten la inversión, producción y exportación con valor agregado. A la vez, debiera ser solidario con las provincias que menos tienen.

Hacia dentro y hacia fuera, el “cordobesismo” significaría una forma de pensar y de hacer “a la cordobesa”, rescatando lo mejor de cada uno y poniéndolo al servicio de la comunidad. Un estilo propio que nos identificase como sociedad en la segunda década del siglo 21.

Sería erróneo e inconducente creer que esa forma supone aislamiento. En un mundo globalizado por la tecnología y las comunicaciones, con mercados y sociedades que tienden a la internacionalización, aislarse sería suicidarse.

El “cordobesismo” significaría una forma de integración provincial y de inserción nacional e internacional. Semejante desafío supone imaginación y, sobre todo, diálogo político y sectorial, coordinación intergubernamental y concertación plural. Un diálogo permanente con el propósito de producir consensos para el largo plazo y una gestión asociada de políticas públicas.

Esa identidad cordobesa partiría de una noción de desarrollo integral para nuestro país. Un desarrollo que fuera más que el crecimiento económico. Un desarrollo con inclusión social, lucha contra la pobreza, educación y salud, vivienda y empleo. Un desarrollo con preservación de un ambiente sano. Un desarrollo con calidad institucional, organizaciones (gubernamentales y no gubernamentales) firmes. Un desarrollo con cultura cívica, ciudadanos conscientes de sus derechos pero también de sus obligaciones. Un desarrollo construido de abajo hacia arriba.

Córdoba progresará si progresa Argentina, es verdad. Pero Argentina no progresará si no progresan Córdoba y cada una de sus provincias.

José Emilio Graglia © LA VOZ DEL INTERIOR

 


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